LMN – El Cairo – El mensaje de Nyarlathotep

Majindono (2) – Robert O’Connel – (Exlegionario Inglés de familia acomodada)
Júpiter (2) – Hansichi – (Detective Japonés)
Yrian (2) – Patrick Rose (Agente del FBI y exmilitar)
Teyllerd – Michael Carnagie (Diletante)

Un aliado menos

Los personajes se despiertan aquella mañana con las ideas claras tras el descalabro del hotel Shepheard.

Patrick y Hansichi van a correos donde Patrick recibe un telegrama del FBI donde le indican que Warrent Bessart sigue en el Cairo, aunque desconocen su localización exacta. Sin embargo indica que posiblemente encontrarán esa información en la embajada de Francia. Allí se dirigen los dos y tras largos trámites burocráticos consiguen hacer la solicitud de información para encontrar a Besart.

Michael Carnagie desoyendo los consejos del doctor Stokton se dirige al museo del Cairo para entrevistarse con Kafour y pedirle que le permita ver el Necronomicon, este accede y Michael dedica toda una mañana a visionar el texto.

Por su parte O’Connel se dirige a El Cairo Boletín para entrevistarse de nuevo con Wassif, el cual se encuentra en su despacho cuando llega a la redacción.

O’Connel se preocupa por su amigo y le pregunta como pudo salir del hotel, pero Nigel esquiva el tema, sin embargo le pregunta por el lugar donde se están alojando ahora mismo, O’Connel se mosquea y le dice que pueden ir pero al día siguiente y se inventa una escusa para no ir en ese momento. A Wassif parece con convencerle y apremia a su amigo a ir en ese momento a la vez de que dos hombres fuertes vestidos con chilabas blancas cruzan la puerta, está claro que le han hecho algo a Nigel.

O’Connel se resiste y se lleva rápidamente la mano a la pistola pero antes de que pueda disparar Nigel se lanza a por el y le pone la mano en la frente recitando unas palabras ininteligibles, en la cabeza de O’Connel se dibuja la imagen de un ser horrible pero su fuerza de voluntad consigue expulsarlo y hacerlo explotar en mil pedazos, Nigel retrocede un paso sorprendido tiempo que aprovecha O’Connel para volarle la cabeza de los sesos a su «amigo» Los dos hombres de blanco atacan con los típicos bastones puntiagudos de la Hermandad pero O’Connel milagrosamente consigue esquivarlos. O’Connel hace fuego rápidamente hiriendo a los dos hombres de muerte y convirtiendo el despacho de Nigel en un túmulo ensangrentado. O’Connel está sangrando pero en vez de mirarse la herida se fija por última vez en Nigel aunque cuando le ve se da cuenta de que su cara ha cambiado, la persona que antes era su amigo ahora es un hombre árabe con bigote refinado al que no había visto en su vida. Magia, sin duda. O’Connel decide irse de allí cuanto antes.

Una última oportunidad a la Mezquita

Esa misma noche los investigadores deciden asaltar la Mezquita de Ibn Tulun para quedarse con el objeto que guardan en ella. Su plan es sencillo, llamar a la puerta del edificio anexo y cuando abran la puerta colarse por la fuerza. El plan es sencillo y perfecto pues consiguen sus planes.  La persona que les ha abierto es Zehavi que al ser mayor tampoco ha podido resistirse demasiado. Zehavi aun así le niega el paso a los investigadores a ningún otro lugar de la casa y les vuelve a repetir que el objeto que buscan está a salvo. La discusión dura unos minutos más y de repente la casa empieza a temblar y el suelo empieza a desaparecer bajo sus pies. Los investigadores salen corriendo salvando así sus vidas. La casa se derrumba y tras el temblor escuchan la voz de Zehavi gritando desde los escombros, los investigadores se dirigen a socorrer al anciano al que consiguen sacar de allí con vida. Los vecinos consiguen trasladar a Zehavi a un hospital y los investigadores se vuelven a su escondite. Al día siguiente pueden leer esto en los periódicos.

 

Pista 32

Warrent Besart

Los investigadores encuentran al antiguo agente de Carlyle preguntando en la embajada de Francia. Se les informa de que reside en una tienda que tiene la puerta roja y que se encuentra en la calle de los Escorpiones, en Darb el Ahmar (N. del G.: “el callejón rojo”), un bazar que forma parte del casco antiguo y que sigue aproximadamente la dirección de la sharia Muezzdin Allah. Cuando se les pregunta por qué le buscan Curtnert está a punto de meter la pata pero Jasmine ofrece una explicación especialmente convincente y resuelve la situación.

La única puerta roja de la calle de los Escorpiones da a una tienda de ropa, propiedad de un tal Abú Udhreh. Jasmine entra sola en primer lugar, y finge buscar ropa para un supuesto viaje a Europa. Las cosas no le salen muy bien, y acaba, eso sí, con un nuevo vestuario acorde al viaje ficticio. Impacientes, los dos hombres entran por las bravas y preguntan al sorprendido Abú por Besart; Abú niega que Besart viva ahí, pero en un reflejo nervioso se le escapa una mirada delatora hacia la cortina que da a la trastienda. Airados, los dos americanos entran a la trastienda, y Abú no se atreve a interferir.
El lugar en el que encuentran a Warren Besart es minúsculo, con una cama que pide a gritos sábanas limpias, dos cojines que han visto tiempos mejores y una mesita baja que es pasto de la carcoma. Sin más dilación, los investigadores presionan a Besart para que les cuente lo que sabe. Éste al principio gime y se niega, pero al final se ve obligado a hablar.

Parte 1

 

Parte 2

Los investigadores le dan algo de dinero al pobre diablo, quien les dice que la mujer que le habló acerca de la ceremonia nocturna se llama Nyiti y su hijo, Umba. Ambos viven en El Wasta, un pueblo del Nilo al Sur de Meidum.

Antes de ir a El Wasta los investigadores piensas que un experto en Jeroglíficos sería muy útil y van a buscar al profesor Kafour para que les acompañe en su viaje a El Wasta y a Dashur. Kafour está deseando acompañarles instigado por los poderosos bastones que les enseñaron los investigadores.

El Wasta

El Wasta está a unas pocas horas Nilo arriba, y conocer el Árabe es aquí esencial. En el pueblo hay demasiadas Nyitis para que el nombre resulte significativo, por lo que los investigadores deben invertir cerca de seis horas en una búsqueda sistemática hasta que dan con la mujer que buscan.
La primera persona a la que ven los investigadores es a Unba, el hijo de Nyiti, que carece de brazo derecho, mostrando su cuerpo enormes laceraciones en el hombro también derecho y en ese mismo lado de la cara. Smith, recordando su encuentro con el terrible horror alado en el barco de deportación, reconoce esas heridas como provocadas por ese tipo de ser.
El habla de este hombre es lenta y entrecortada; los investigadores persisten pacientemente, y Unba consiente en dejarles entrar y ver a su madre.
Nyiti parece extremadamente anciana. Su mandíbula inferior y sus dos manos han sido calcinadas. Está bastante desequilibrada pero al ver a los investigadores se le iluminan los ojos, hace algunos ruidos guturales y señala con los muñones a un rincón de la choza.

Estos ruidos alertan a su hijo, que entra de inmediato. Los investigadores miran en el rincón. Entre mantas y cacharros hay una cesta de junco pintada con un símbolo rojo que los investigadores identifican como un antiguo símbolo egipcio de protección. Dentro de la cesta hay un trozo de loseta blanca, de unos 18×23 cm. y bastante gruesa. Sus bordes irregulares indican que fue arrancado de un trozo mayor de piedra trabajada. La piedra tiene cierto tono rojizo característico de la Pirámide Roja de Dhashur.

Un trozo de pirmámide

Nyiti insiste mediante gestos para que se lleven la piedra

Kafour explica que los trazos se corresponden con parte de un ancestral signo de protección conocido como el Ojo de luz y de Oscuridad. El doctor, gracias a sus conocimientos, es capaz de reproducir el símbolo, pero no conoce el ritual mágico de activación. Sin duda, para haber roto esta protección se ha necesitado un gran poder.

La pirámide torcida

Kafour y los investigadores van a la Pirámide Torcida; y ven que hay dos entradas: la del Norte, que da a una cámara funeraria, supuestamente para Sneferu (aunque los arqueólogos no encontraron ni momia ni objeto funerario alguno) y está siempre guardada por cuatro soldados egipcios, y la del Oeste que no está guardada pero una barricada de madera impide el paso. Acompañados por Kafour no tienen problema en entrar por la del Norte. Kafour revisa la cámara a conciencia, pero si hay alguna clase de pista Kafour no lo encuentra.

Ahora prueban por la del Oeste. La cámara a la que lleva, aproximadamente en el centro de la pirámide, está desprovista de adornos aunque hay dos grandes columnas de alabastro de considerable grosor. El sorprendido Kafour encuentra una puerta secreta en una de las columnas, que da a una escalera que sube unos seis metros hasta una serie de rampas también ascendentes. Incrédulos aún, todos suben por el pasaje hasta el interior de la cúspide de la pirámide (los más paranoicos con las armas desenfundadas).
Cuando las rampas acaban llegan a un arco asimétrico que señala la entrada a una gran cámara. En el interior tres parejas de pilares marcan el camino hacia un gran trono negro alzado sobre una tarima escalonada. En la pared del fondo pueden verse varios bajorrelieves, en la de la izquierda mapas astrológicos, y en la de la derecha un gran mapa hemisférico. El doctor Kafour aún no se lo cree del todo. Entusiasmados, los investigadores se reparten por la gran cámara del trono y empiezan a curiosear.

LOS PILARES: Tienen 1,80 m. de altura y están rematados por montoncitos de gemas azules.

EL BAJORRELIEVE: la pared de detrás del trono está cubierta de bajorrelieves que en parte pertenecen a los Mitos de Cthulhu y en parte son de origen egipcio. Vienen a describir el inminente nacimiento de la semilla de Nyarlathotep en la Montaña del Viento Negro, aunque la fecha que se da es bastante vaga, indicada para dentro de varias semanas o meses. La profecía también predice que el gran nacimiento vendrá precedido por una gran destrucción, aunque la naturaleza de la misma tampoco queda clara.

LA PARED ASTRONÓMICA: la pared a la izquierda del trono tiene dos bajorrelieves que representan un gran mapa estelar y una pequeña representación de posiciones planetarias específicas dentro del sistema solar. Todos los puntos del mapa estelar pertenecen a nuestra galaxia pero todo lo que se puede sacar es la relación de Fomalhaut, Aldebarán, Deneb y otras pocas estrellas visibles. El resto de los centenares de puntos tienen sólo significado para los Mitos o bien un significado astronómico fuera del alcance de los astrónomos humanos cuerdos.
El mapa de posiciones planetarias indica que la próxima configuración planetaria correcta tendrá lugar el 14 de Enero de 1926, coincidiendo con un eclipse total de sol en la tierra.

EL MAPA HEMISFÉRICO: en la pared a la derecha del trono hay un mapa distorsionado de Eurasia, África y el Pacífico Occidental. Se reconocen fácilmente las montañas, los ríos y el perfil de los continentes pero no se muestran ciudades ni naciones. Hay un triángulo alargado cuyos vértices están marcados mediante rubíes sin tallar y que se encuentran en el Mar de China Oriental, el centro de Kenia y el Oeste de Australia. Dado que el mapa tiene una función puramente decorativa es imposible determinar posiciones precisas. Parte del Océano Indico está cruzado por bandas realizadas con incrustaciones de ébano.
El mapa está bordeado por palabras arcanas que el doctor Kafour traduce como: «Los Primigenios volverán y todos temblarán ante su terrible poder.» (N.d.G. ¿tal vez el 14 de enero de 1926?)

EL TRONO: el indestructible  sillón del trono está esculpido en obsidiana negra, incrustada con piedras preciosas. El trono no deja indiferente a ninguno de ellos: a unos les atrae, y a otros les repele.

El Mensaje de Nyarlathotep

El primer signo de la llegada del Faraón Negro son las luces: las gemas de los seis pilares arden con llamas azules, frías y ultraterrenas que no arrojan calor. Simultáneamente, el arco asimétrico de entrada a la cámara se vuelve de roca sólida, dejando a todos atrapados dentro.
Ante ellos aparece El faraón Negro, Nyarlathotep. La presencia del Faraón Negro es pesada y agobiante  cruel y deslumbrante, magníficamente maléfico. A su izquierda y derecha, el aire parece hervir y retorcerse. Una música sucia y ultraterrena flota en el aire, tentadora y decepcionante a la vez. Huele a muerte por todas partes. El poder del Faraón Negro es obvio para todos los mortales de la habitación.

El salón del trono de Nyarlathotep
 

En ese momento Nyarlathotep les habla. Su voz, carente de las inflexiones y emociones humanas, refuerza la impresión de poder y malignidad: “Sois unos inconscientes al continuar con vuestros esfuerzos puesto que los dioses a los que desafiáis son demasiado poderosos para que unos simples mortales puedan afectar a sus acciones. Deberíais volver a vuestras casas mansa y agradecidamente a esperar lo inevitable.”

El faraón negro
 

El Mensajero se toma una pausa para disfrutar claramente con el impacto demoledor de sus palabras, y a continuación sigue hablando: “Mirad la suerte de los que os precedieron”.
Moviendo una mano se forman imágenes del campamento de la expedición Carlyle en África, con porteadores keniatas por doquier y los miembros principales bien visibles. Todo parece tranquilo hasta que se oyen unos gritos terribles y del cielo empiezan a aparecer docenas de seres alados como el que atacó a Smith en el barco, mientras que de la tierra surgen otras monstruosidades terroríficas que no deberían existir. La masacre es indescriptible, y se ve perfectamente cómo todos los miembros blancos de la expedición son despedazados mientras que los africanos mueren por docenas.

Tras aquella terrible visión Carnagie y Hansichi caen al suelo entre convulsiones y comienzan a temblar de puro horror.
El dios sigue hablando: “Incluso los valientes saben cuándo no hay nada que hacer. Todas las puertas os están cerradas y vuestros sueños, condenados; vuestra lucha es fútil.
Nyarlathotep ofrece otra prueba de su poder: con otro gesto de su mano el mapa hemisférico brilla y se disuelve, apareciendo en su lugar una arcada al otro lado de la cual puede verse el antiguo Egipto, y concretamente un mercado en el que se afanan mercaderes, artesanos, etc. La arcada se abre a nivel de suelo y es fácil pasar al otro lado. O’Connel atraviesa el portal.  En ese momento, el Faraón Negro comienza a carcajearse y segundos más tarde el portal comienza a brillar y a desaparecer. Las carcajadas también se van haciendo más débiles, mientras el Mensajero de los Otros Dioses abandona el salón del trono. Las luces de los pilares se apagan, y la arcada asimétrica vuelve a abrirse. Antes de que el portal se cierre del todo O’Connel salta de nuevo a este mundo.

Los investigadores han sobrevivido a esta visión aunque Hansichi y Carnagie no podrán continuar con el grupo hasta más adelante. Cuando los investigadores vuelven a El Cairo buscan pasaje para ellos dos y el doctor Stockton, los dos investigadores ingresarán en un sanatorio mental en Atenas.

El grupo se reduce O’Connel y Patrick han sobrevivido a la visión de Nyarlathotep, Bakerstone está totalmente recuperado, el doctor Kafour se une al grupo de investigadores y por último Pettersen sigue con ellos y ha podido dedicarse a la lectura de Sélections du Livre d’Eibon el único libro en francés que tenían y que tiene una información de vital importancia para el grupo.


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